La exposición se inauguró con pompa y con el rito de la exposición paralela tambien inaugurada a la misma hora, en el mismo recinto: "5 grandes maestros michoacanos" de la pintura. Eran como una reuníon de viejos robles que en su antiguo lenguaje hicieron su acto de presencia, su galardoneo que los trae crucificados en la tradición de una región, de este pais michoacano, pais de volcanes, narcos e insurgentes. Un pedazo de historia casi seca, la pintura de estos robles, moderna en toda su vibración y sintésis, el paisaje de la historia de un paisaje, de eso en lo que la pintura de pueblo se convirtió al entrar en el primer torrente uniformante de las vanguardias del arte que en las lejanas playas como estas yació con ese olor a Silvestre Revueltas, y esa convicción expropiatoria de los recursos como bienes nacionales, esa lejana pintura de Indios amancillados por el cura que en realidad era contador, enviado a contar los bienes indios luego españoles y dotado de envestidura por su pulido performance ordenador.
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La imagen fotográfica reflejó aquello más allá de lo que representa, se empapó de sueños y pesadillas ajenas, de evocaciónes y ubicaciónes (como aquel que me reveló los lugares donde las fotos fueron tomadas, reconociendo su lugar, afirmando el territorio). Dificil es saber lo que piensa y más lo que siente la gente, pero sólo recibí manifestaciones positivas, buena energía, conciliante, reflexiva, divertida, gozosa, alegre...
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